Atun rojo
Por: Patrick J. Kiger
El biólogo marino Safina, que creció pescando en la costa de Long Island, vio por primera vez un atún rojo cuando atrapó uno en 1968. «No era uno muy grande, pero sí el mayor pez que yo había cogido nunca», recuerda Safina, cofundador y presidente de Blue Ocean Institute de la Universidad de Stony Brook, en Nueva York. «Me sentí sobrecogido», no solamente por su tamaño, sino también por la forma y potencia de su cuerpo, que le permite nadar hasta a 60 kilómetros por hora para perseguir a sus presas en las profundidades del océano. Igualmente, le sorprendió la abundancia de esta especie. «Entonces veías atunes rojos por todas partes», comenta. «Te los encontrabas sin buscarlos».
Pero esos días pasaron. Esta majestuosa criatura puede llegar a medir tres metros y pesar una tonelada y lleva nadando por el océano Atlántico al menos 40 millones de años. Sin embargo, se teme que el Thunnus thynnus tenga los días contados debido a su éxito creciente como sushi de lujo. En el Atlántico occidental, la población de atún rojo se encuentra en la actualidad entre el 21 y el 29 por ciento en relación con la que había en 1970, según los cálculos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés). Un estudio publicado en 2011 en la revista científica PLoS ONE confirmaba que desde 1950 la población de atún rojo adulto ha disminuido un 83 por ciento en el Atlántico occidental y un 67 por ciento en el Atlántico oriental.
«Es un histórico mínimo», afirma el ecologista Enric Sala, que fue profesor en la Scripps Institution of Oceanography y es explorador residente de National Geographic Society en la actualidad. Por su parte, el periodista Greenberg advertía en su artículo «Tuna's End», que fue publicado en 2010 en New York Times Magazine, sobre su posible desaparición.
Sin embargo, de momento la NOAA se niega a incluir el atún rojo en la categoría de especies en peligro de extinción, limitándose a considerarla «especie objeto de preocupación» y accediendo a estudiar más extensamente su situación. Aunque muchos expertos no estaban satisfechos con la decisión, ésta fue, sin embargo, aplaudida por la industria pesquera y políticos como la Senadora de Maine Olympia Snowe, que temía las desastrosas consecuencias que podría tener para la industria.